miércoles, 20 de abril de 2016

Por los senderos de La Edad de Oro (+Fotos)


Cuando Alián corre, choca las manos, ríe y juega, a Ketty Hernández Godoy, su madre, se le ilumina la sonrisa y el alma. Sus ojos llenos de lágrimas delatan la emoción que no pasa desapercibida.
Ella lo mira fascinada, como si no creyera en lo que ve, después de todo no ha sido en vano el esfuerzo realizado durante cuatro años para que su pequeño experimentase la sensación de mover los dos brazos.

Desde que los médicos le dieron una esperanza, ella fue constante y a partir de los 28 días de nacido comenzó a llevarlo a la rehabilitación. “En el parto tuvo una parálisis braquial obstétrica, se le afectó el nervio del brazo dejándolo sin movilidad, ni sensibilidad. Estuvimos dos años y medio asistiendo cada día a la Clínica de Neurodesarrollo Rosa Luxemburgo, y ahora venimos los jueves a recibir la terapia grupal y ocupacional”.
Aunque trasladarse desde La Carlota, en Jovellanos, hasta Cárdenas diariamente, suponía una tarea titánica, asumió el reto y se entregó en cuerpo y alma… “Levanta pequeños pesos con la mano derecha y hace casi todo con ella, gracias a la dedicación del equipo que tiene una paciencia y un amor infinitos”.
PARA CONSERVAR LA EDAD DE ORO
Lejos de la vorágine que envuelve a la Ciudad de las Primicias, allá donde el silencio solo es opacado por las voces infantiles o el pausado andar de Montuno, la naturaleza se integra con el ser humano en una homogénea mezcla donde cada quien se convierte por momentos en “salvador” o “salvado”.
El parque La Edad de Oro, perteneciente a la Empresa para la protección de la Flora y la Fauna, es una de las tantas instituciones que acoge al proyecto Por un mundo más verde, iniciativa encaminada a la conservación de los animales y las plantas, que entre sus aristas de trabajo propone charlas interactivas, festivales de educación ambiental, espacios en la radio y terapias asistidas con animales.
“Nos basamos en el principio de que los niños rehabilitados de esta forma serán celosos protectores de la naturaleza y para identificarlos con la fauna cubana laboramos con ejemplares endémicos como el cocodrilo, el majá de Santamaría, las cotorras, el catey y la jicotea”, explica Elién Domínguez Tan, especialista del proyecto.
Así especies decomisadas o donadas por personas que las tenían en sus casas sin condiciones para criarlas, se integran a las terapias. “Generalmente sus dueños no los cuidan bien y se deterioran. Al no poder reintroducirlos al medio natural, los utilizamos con un fin educativo”, añade Domínguez Tan.
Entre los servicios ofrecidos en el Área Provincial de Terapia Asistida con Animales se encuentra la equinoterapia, zooterapia, rehabilitación física, psicomotricidad, rehabilitación del lenguaje y terapia ocupacional. Al mismo tiempo se brinda atención a trastornos del Neurodesarrollo como la afectación motora encefálica, los trastornos de socialización (timidez, trastorno de atención e hiperactividad), atrasos del lenguaje y síndromes Down y Hunter.
“La terapia con animales influye en el sistema límbico. Al nivel del sistema nervioso central se libera endorfina, hormona que provoca una sensación de placer y relajación, y el infante al estar con él en un ambiente natural, asimila mejor la rehabilitación”.
Reconoce Amarilys González Remyont, logofoniatra, que los pequeños están cómodos, incluso cuando se encuentran con los fieros como el cocodrilo. Las charlas interactivas les permiten socializar, “a veces son los padres los que temen”.
LA HORA DE LA TERAPIA
Florecita es la payasita que los recibe en la terapia grupal. Aquí asisten niños con problemas en la motricidad, socialización y en el lenguaje. Aun con la cara pintada y agitada por la actividad, la psicóloga Rocío Fernández Ruiz confiesa que la empatía con la que los infantes se relacionan y hacen los ejercicios hoy, ha sido gracias a las intensas horas de juegos, bailes, cuentos y la integración en la dinámica de la familia.
Entre risas acogen primero a un curiel, el cual pasa de mano en mano, mientras reconocen cada parte del cuerpo; luego le toca el turno al gallo, la chiva y por último, la vuelta en Montuno, el vistoso quarter horse.
Casi todos se identifican con él. Los de zooterapia hacen una vuelta corta para garantizar el estímulo; los de equinoterapia, aquellos con trastornos motores, trabajan alrededor de 10 minutos, pues se busca el patrón de marcha tridimensional, similar al del ser humano, que ejercita los mismos músculos que al caminar. Proporciona además equilibrio, y transmite impulsos rítmicos y calor corporal al niño”, añade Domínguez Tan.
Andrew y Alejandra son los últimos de la fila. Desde una esquina su madre Anisley Laza los contempla. Ellos son de La Habana, pero han apostado por acudir aquí. Cuenta la capitalina que Andrew casi no hablaba cuando llegó, “sin embargo ahora se le entiende casi todo”, alega satisfecha.
Y esa es la mejor recompensa. Si José Martí hubiera descrito en la Edad de Oro un parque, seguro sería como este, que no por coincidencia lleva el nombre del fabuloso libro regalado a los niños del mundo. Allí se hace realidad aquella frase martiana: “solo el amor engendra la maravilla”, pues ni la profesionalidad, ni la ciencia por sí solas hubieran bastado para hacer andar, reír, hablar o devolver la esperanza.


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