jueves, 31 de julio de 2014

Caza ilegal de cotorras: cortarle las alas a los malos pasos




“Agarrar un pichón de cotorra no resulta trabajo fácil,  porque ellas no son como otras aves que construyen el nido en una rama de un árbol, bajita, que se puede coger estirando la mano,  sino que ponen sus huevos en lo alto, en el hueco de una palma y hay que subirse allá arriba para atraparla o tumbar la palma”, dice Pedro.
“Donde más se ven es en Cayo Ramona y por lo general los sacan de la Ciénaga de Zapata en las guaguas Girón, de madrugada, que como van llenas de gente y son de transportación masiva, no se revisan en el punto de control”, continúa el relato.

Pedro atesora muchas historias. Quién lo escucha hablar con tanta destreza sobre las artimañas para apropiarse de una cotorra, pensaría que él mismo podría ser uno de esos cazadores furtivos que desandan los bosques del pedazo de tierra, pero su uniforme y sentido del deber lo delatan. 
Pedro Jesús Hernández Correa es guardabosques del Parque Nacional Ciénaga de Zapata y aunque con poco tiempo en el oficio, ya ha aprendido a cortarle las alas a los malos pasos de más de una persona que llega hasta estos parajes, no con el fin de conocer su historia o admirar la riqueza y diversidad natural que ofrece la Península.
Sus casi seis meses de actividad, le han entrenado el olfato y desarrollado su pericia para detectar a los malhechores que burlando las normas de legalidad ambiental establecidas, intentantrasladar fuera de su hábitat ejemplares en peligro de extinción, de los cuales esta región es casa pródiga.
Considerado el territorio de mayor humedad de Cuba y uno de los más grandes de América Latina y el Caribe, aprobadoademás por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura,como Reserva de la Biosfera y declarado Sitio Ramsar, en la Ciénaga se refuerzatambiénla vigilancia sobre otras especies vedadas como el cocodrilo cubano, el manjuarí y la hembra del cangrejo.
“Los casos que se han detectado aquí, en el punto de control, los hemos decomisado y enviados para la Estación de Reproducción de Cotorras, y allí los terminan de cebar. Siempre procedemos y tomamos fuertes sanciones con los infractores, se valora si la persona es reincidente y puede pagar una multa hasta de 500 pesos o más” apunta.
“Entre las principales especies que se tratan de sacar de la Ciénaga se encuentran los pichones de cotorra, porque el cocodrilo es más difícil de trasladar y se le tiene respeto, aunque hay quienes se atreven. 
“También los precios son tentadores porque en el mercado negro los pichones pueden llegar a costar hasta 40 dólares. Cuando se cazan de forma ilegal por lo general no sobreviven pues todavía no han emplumado y necesitan cuidados especializados para que no mueran”. 
Así escondidas en cajas, debajo de asientos, en maletines e incluso ocultas en el propio cuerpo, personas inescrupulosas aún persisten en llevar a casa a las graciosas parlanchinas. Por suerte para la conservación de este género existen en la Ciénaga de Zapata instituciones que velan por la detección de conductas que atenten contra la supervivencia, así como por su protección.
EN BUSCA DE LAS COTORRAS…
Al entrar encontramos a la técnica operaria en plena faena. Recientemente llegó a la Estación de Reproducción de Cotorras, un nuevo miembro al cual nutre con una cucharita. Con apenas un asomo de lo que será un vistoso plumaje engulle rápido cuanto echan en su pico. 
El pequeñín con algunos días de nacido, fue traído hasta aquí luego de ser confiscado, tras un intento ilegal de salida del territorio cenaguero. Gracias al esmero en la asistencia y su pronto traslado a este sitio, se salvó de perecer.
MaydalisVilanova, sabe de la paciencia que requiere disponer varias horas diarias a la alimentación de los pichones, a laatención que demanda el arreglo de las jaulas, la supervisión de los nidos y la alerta ante algún majá hambriento que quiera engullirse a las pintorescas aves o sus huevos. 
Así resulta tarea obligatoria la distribución de los animales por jaulas según su categoría y nutrición, lo cual garantiza un comportamiento reproductivo adecuado. 
“Por las mañanas lavamos las cantinas, las llenamos con mango, guayaba u otras frutas de estación, y nos mantenemos al tanto de que no les falte el agua o la comida. Aquí las atendemos bien”, explica.   
“Los casos que llegan nuevos precisan atención diferenciada, los ponemos en otras jaulas para que se adapten a la vida en cautiverio porque si los juntamos con las otras cotorras pueden picarlos”, asegura Oscar Álvarez Acosta, administrador de la Estación. 
Hasta la fecha el cuerpo de guardabosques ha traído hasta el recinto cinco ejemplares incautados, de los cuales han podido salvar solo uno, pues resulta complejo readaptarlas. En el 2014 se preservaron 31 pichones de los nacidos en cautiverio.
Durante los meses de enero y febrero otro ciclo inicia. Así se forman las nuevas parejas que pondrá alrededor de seis huevos para dar vida a la descendencia, camada cuyo destino, serán los bosques cenagueros.  Para mayo comenzarán a nacer las crías.
UNA HOGAR PARA LAS COTORRAS
Aunque en el siglo XIX la cotorra cubana (Amazona leucocephala)  abundaba en la Isla, hoy su existencia se limita a 16 núcleos poblacionales dispersos, encontrándose distribuidas los mayores grupos en Guanahacabibes, el macizo Nipe- Sagua –Baracoa y en la Ciénaga de Zapata. 
En la actualidad instituciones gubernamentales cubanas han incrementado las acciones de preservación de esta especie en la Península, que se concentran en la reproducción en cautividad y el desarrollo de acciones de educación ambiental. A pesar de los esfuerzos, la demanda depichones para la cría como mascota continúa socavando las poblaciones de forma ilegal.
De ahí que su conservación, junto a la del catey, a través del manejo y la reproducción en cautiverio constituye todo un reto para quienes aquí laboran.
Como parte del proyecto para perpetuar la clase y encaminar a su uso sostenible en el mayor humedal del Caribe Insular, se protegen 118 ejemplares de cotorra y 2 de catey, distribuidos en las jaulas para parejas adultas, recuperación y de vuelo, que facilitan su vigilancia. 
Entre las ventajas de la reproducción en cautiverio los expertos señalan la importancia que adquiere la utilización de especies silvestres amenazadas para el desarrollo de estudios biológicos, que durante su aplicación en este centro aportaron valiosas informaciones para el manipulaciónde ese tipo de aves en el territorio.
Con resultados favorables en el manejo de esta fauna, durante los últimos ocho años aumentó la cifra de parejas reproductoras, de cuatro que existían en 2013 a 34 en la actualidad.
Desde 1986 la Estación se ha dedicado a la cría en cautiverio de ejemplares de la fauna silvestre como la Jutía Conga, el Majá de Santa María, el Venado de Cola Blanca, la Grulla, variedades de alacranes, el Catey y la Cotorra Cubana, por largos periodos de tiempo y con éxito en la mayoría de los casos,  hoy solo custodia dentro de su objeto social a estas dos últimas clases.  
Este sitio, también forma parte junto al Criadero de Cocodrilos, de la ruta de ecoturismo, a través de la cual los visitantes foráneos conocen la fauna autóctona y las gestiones que se desarrollan en la Península para la conservación de otros géneros en peligro como el Cocodrilo Cubano y el Manjuarí. 
En el centro además de sustentara la camadaa base de semillas, frutas silvestres y pienso, se labora en el mantenimiento de la infraestructura que incluye los nidos, las jaulas y los caminos. Otras tareas complementarias resultan el cuidado y reforestación de la zona. 
Mantener a la población animal saludable y apta para la procreación, certificar el empleo correcto de métodos de diagnósticos y terapéuticos, así como cumplir las medidas para la prevención y control de enfermedades, constituyen labores periódicas. 
Aun cuando todas las estrategias a nivel estatal se crean para estimular el crecimiento sano y la estable fecundación de esta fauna para la posterior reinserción a su medio, hoy las acciones de educación ambiental deben comprender un mayor alcance.
Moldear comportamientos resulta difícil, más aun cuando se trata de eliminar malas prácticas arraigadas, casi tradicionales para algunos y hasta vistas por muchos como inofensivas. Y es que ¿a quién no le gustaría llevarse a casa una cotorrita? No son menos los que pagan sin importar el precio, la procedencia o quizás ignorando el daño que ocasionan al entorno.
Es por ello que instruir a los habitantes de la región en la necesidad de defender las especies autóctonas y denunciar a tiempo conductas negligentes que afectan al ecosistema debe erigirse como un ejercicio cotidiano, a fin de cuentas ¿quiénes mejor para proteger lo propio que los mismos pobladores?

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